Con qué se come el arte o
reticulofagia en acción[i]
Crítica
cultural desde la práctica artística contemporánea
Carmen Hernández, julio de 2013
En 2012, en el marco de su
exposición individual, Argelia Bravo desplazó el término “reticulofagia” desde
el campo de los estudios celulares hacia la práctica artística para asumirlo
como figura simbólica en el análisis crítico de la cultura, específicamente
desde la temática de la soberanía alimentaria.
En la propuesta expositiva creada
por Argelia Bravo y el Comando María Moñitos[ii]
en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, la reticulofagia puede ser
entendida como el impulso irresistible de devorar la estructura que representa la
retícula en la tradición del arte moderno. La reticulofagia apuntaría a “digerir”
el arte como sistema de producción simbólica que se sostiene sobre un conjunto
de nociones reticuladas como “obra de arte” y “artista”, las cuales cuadriculan
y reproducen serialmente hasta el infinito supuestas “verdades” también reticuladas,
como originalidad y trascendencia, que han terminado por representar las
mejores apuestas reticuladas del mercado del arte más salvaje[iii].
De alguna manera todo el
campo del arte –constituido por
instituciones museológicas, galerías, fundaciones, espacios emergentes, artistas,
curadores, críticos de arte, historiadores de arte, profesores de arte,
filósofos, funcionarios de las instituciones museísticas, patrocinantes, gestores,
periodistas y público– se organiza en una
malla reticular que organiza a los sujetos en roles específicos que se
complementan para sostener la vigencia del sistema. Afortunadamente hoy en día algunas
prácticas artísticas producen distensiones para crear zonas rizomáticas, como
el espacio de intercambio impulsado por Argelia Bravo (la sala de exposición
convertida en un “aula de escuela”), para poner en duda esos fundamentalismos
que le han dado sentido modelizador y
jerarquizado.
Contra el
poder de la retícula
Como estructura, la cuadrícula
da origen a la retícula como una serialidad espacial que permite un crecimiento
sin límites como red cuadriculada[iv].
Además de su uso en instrumentos ópticos, ha servido como herramienta gráfica
para reproducir imágenes en una escala distinta a su tamaño original, ya sea
menor o mayor, como sucedía con el canon egipcio. Aparentemente Alberto Durero se
inspiró en la retícula damérica para imaginar una ciudad ideal a partir de una
interpretación del plano de Tenochtitlan[v].
Aunque principalmente la retícula ha cumplido un rol organizativo de orden
espacial en diferentes culturas y épocas, su fuerza simbólica obliga a diferenciar
algunas de sus interpretaciones:
- la retícula como estructura o forma de pensamiento moderno (como forma disciplinaria)
- la retícula como estructura o una nueva forma del arte (sobre todo pictórica)
- la retícula en el urbanismo (diseño de ciudades) y como estructura arquitectónica o forma de construcción (diseño de edificaciones)
1) La retícula como forma disciplinaria
Frente a la retícula como
estructura de pensamiento moderno se
impone la reticulofagia que cuestiona esa disposición funcional de organizar el
espacio (público y privado) y el cuerpo (la conducta).
Es importante tener en
cuenta que el proyecto modernizador creó múltiples mecanismos de ordenamiento
espacial y social. De acuerdo con Santiago Castro Gómez: “La modernidad es una
máquina generadora de alteridades que, en nombre de la razón y el humanismo,
excluye de su imaginario la hibridez, la multiplicidad, la ambigüedad y la
contingencia” (Castro Gómez, 2000: 246). La retícula representa esa
geometrización espacial que ha sido útil en la conformación de fronteras para
definir lo que está dentro (lo propio) de lo que se ubica afuera (lo ajeno) y
en ese proceso de producción de alteridades, la retícula ha actuado de manera
simbólica para la domesticación del cuerpo y definir los parámetros de la
ciudadanía (los sujetos con derechos) de aquellos que no lo son (las
alteridades a domesticar, concebidas como salvajes o bárbaros). “La
geometrización convierte la materia en una superficie cuadriculada, mensurable
para la optimización de su uso, bien sea de riquezas naturales o fuerzas
laborales humanas” (González Stephan, 1996: 36).
En el proyecto civilizatorio
de la modernidad la geometrización del saber estaría representada por las
disciplinas como: “un conjunto de «tecnologías especializadas» e instituciones
el orden público que coercionan, controlan, sujetan, regulan con docilidad el
movimiento de los cuerpos para hacer de ellos subjetividades domesticadas
–sujetos de Estado– y poder neutralizar los peligros de agentes des-centrados”
(González Stephan, 1996: 22). Las disciplinas representan la cuadratura de la
retícula pues controlan, segmentan, clasifican lo que es correcto diferenciado
de lo “otro”, construyendo así la alteridad a domesticar.
Esta geometrización cultural
ha sido cuestionada por el arte desde principios del siglo XX, motivo por el
cual la reticulofagia propuesta por Argelia Bravo puede considerarse heredera
de la antropogafia brasileña y de su influencia en la nueva objetividad
concebida por Hélio Oiticica. Asimismo, en Venezuela el sentido rebelde de la reticulofagia
habría impulsado la necrofilia desarrollada por los integrantes del Techo de la Ballena, el arte como
escultura social promovido Claudio Perna, la reticulárea de Gego, las “trochas”[vi]
en Argelia Bravo y muchas otras propuestas que han intentado e intentan
recuperar para la experiencia artística, un sentido de goce critico.
Desde el campo del arte nos
movilizamos a la retícula como forma de pensamiento asociada a un impulso
colonizador. Entonces, creo pertinente pensar la antropofagia o reticulofagia
como estrategia de descolonización y redimensionar[vii]
un fragmento del Manifiesto antropófago
de Oswald de Andrade publicado en 1928[viii],
como crítica a los dispositivos de disciplinamiento que activó la modernidad
como proyecto:
Solo la antropofagia nos une. Socialmente.
Económicamente. Filosóficamente. Única ley del mundo. Expresión enmascarada de
todos los individualismos, de todos los colectivismos. De todas las religiones.
De todos los tratados de paz.
Tupí, or not tupí,
that is the question.
Contra todas las catequesis y las cuadrículas (…).
Una conciencia participante, una rítmica religiosa
(…).
El espíritu se rehúsa a
concebir el espíritu sin el cuerpo. El antropomorfismo. Necesidad de la vacuna
antropófaga. Para el equilibrio contra las religiones del meridiano. Y las
inquisiciones exteriores con su
pensamiento reticular (…)
Contra el mundo reversible y
las ideas objetivadas. Cadaverizadas. El stop del pensamiento que es dinámico.
El individuo víctima del sistema. Fuente de las injusticias clásicas. De las
injusticias románticas. Y el olvido de las conquistas interiores.
Derroteros. Derroteros. Derroteros.
Derroteros. Derroteros. Derroteros. Derroteros.
Trochas, trochas, trochas, trochas.
El instinto Caribe (...)
Contra la sublimaciones
antagónicas. Traídas en las carabelas (…).
Antropofagia. Absorción del
enemigo sacro. Para transformarlo en tótem. La humana aventura. La terrenal
finalidad (…).
Contra la realidad social,
vestida y opresora, puesta en catastro por Freud – la realidad sin complejos,
sin locura, sin prostituciones y sin penitenciarías del pensamiento reticulado.
La influencia de este espíritu
rebelde que caracterizó a la Semana de Arte Moderno en 1922 y al Manifiesto
antropófago, se observó en el movimiento Tropicalia y sobre todo en el
neoconretismo en artes visuales. En especial se distingue la obra de Hélio
Oiticica, quien hizo alusiones directas a esta forma de “devorar” el
eurocentrismo en su manifiesto Nova Objetividade,
de 1968, donde planteaba:
La antropofagia es la
defensa que poseemos contra el dominio exterior, y la principal arma creativa,
es la voluntad creativa que no impidió el colonialismo cultural, el cual
queremos hoy abolir, absorbiéndolo definitivamente en una superantropofagia.
Por esto y para esto, surge la primera necesidad de la Nueva Objetividad:
buscar las características nuestras, latentes y de cierto modo en desarrollo;
estimular un estado creador general, en una consolidación cultural (aunque para esto sean usados métodos
anticulturales) (Oiticica, [1967] 2008: 150-151).
Luego que algunos autores
latinoamericanistas han redimensionado la fuerza de la antropofagia brasileña, la
psicoanalista, curadora y crítica cultural brasileña, Suely Rolnik, plantea que
hoy en día es posible reconocer una “subjetividad” o “voluntad” antropofágica
en lo cultural, como el reconocimiento del “otro” en uno mismo. La antropofagia,
o en este caso, la reticulofagia, desde el punto de vista cultural, representaría:
“la devoración crítica e irreverente de una alteridad múltiple y variable”
(Suely. 2009). Este hecho de devorar la tradición o la cultura del enemigo para
incorporarla a las necesidades propias, sin un sentido de conquista, transforma
a los sujetos. Se asimila lo externo pero se puede abandonar o rechazar cuando
se considere oportuno[ix].
La reticulofagia entonces puede
ser entendida como una rebeldía discursiva frente a los modelos evolutivos de
progreso asociados al desarrollo social y todavía vigentes en el campo artístico,
cuando se siguen valorando las nociones establecidas por el sistema moderno del
arte. Concordamos con la propuesta de Maria Candida Ferreira de
Almeida, quien ha planteado asumir la herencia de la antropofagia como campo
teórico para repensar la conformación de subjetividades en América Latina a
partir de la ruptura con la dualidad civilización versus barbarie: “Moviéndonos en esta
dimensión, buscamos presentar una
«rehabilitación de lo primitivo»
en el sentido filosófico oswaldiano como
un direccionamiento desconstructivo del ordenamiento
clásico de sesgo evolucionista, que propone la dirección de desarrollo histórico partiendo de lo primitivo
para culminar en lo civilizado” (Ferreira de Almeida, 2005: 83)[x].
Ferreira de Almeida reconoce que este pensamiento crítico ha sido
posteriormente retomado por otros pensadores regionales, como Néstor García
Canclini con su noción de “culturas híbridas”.
2) La retícula
en el arte
Esta forma se ha convertido en un elemento estructural
tanto para las artes visuales como en la arquitectura. Afirma la
autorreferencialidad de manera espacial y temporal.
La retícula está
estrechamente asociada a la religión del futuro, derivada del entusiasmo que
impulsa la idea de progreso como conciencia histórica de la evolución futurista
que asumen las vanguardias heroicas y que se observa en una de las paradojas de
la modernidad que observó Antoine Compagnon, específicamente en la crisis de
1913 con los primeros cuadros abstractos de Wassily Kandisnky, que introdujeron el espacio
geométrico en el mundo de la pintura con su apertura hacia la tautología del
arte moderno.
Según
la investigadora estadounidense, Rosalind Krauss, más que un período histórico
que abarcaría una fase del arte caracterizada por una autonomía de lenguaje, el
modernismo puede ser considerarlo como una mirada o un sistema de pensamiento
sustentado en un campo visual cuádruple, y esta condición se relaciona con la
cuadrícula que ella considera hostil a la narratividad
porque es: “Plana, geométrica y ordenada; es antinatural, antimimética,
anti–real. Es a lo que el arte se parece cuando da su espalda a la
naturaleza (…) En la dimensión temporal, la retícula es un emblema de la
modernidad por ser justamente eso: la forma ubicua en el arte de nuestro siglo,
inexistente en el arte del siglo pasado” (Krauss,
1996: 23-24).
En su
ensayo de 1985, titulado “Cuadrícula” (Grids),
Krauss reconoce el poder de este modelo en la aventura tautológica del arte
moderno:
En la
primera parte de este siglo comenzó a aparecer, primero en Francia, después en
Rusia y Holanda, una estructura que se ha llegado a convertir en emblemática de
la ambición modernista en las artes visuales. La cuadrícula, que emerge en la
pintura cubista de la preguerra para volverse después más clara y manifiesta,
anuncia, entre otras cosas, la voluntad de silencio del arte moderno, su
hostilidad hacia la literatura, la narrativa o el discurso. Como tal, la
cuadrícula ha realizado su trabajo con una eficacia demoledora. La barrera que
ha impuesto sobre las artes de la visión y las del lenguaje ha tenido un éxito
casi completo al aislar las artes visuales a un campo de una visualidad
exclusiva, defendiéndolas de la intromisión del habla (Krauss, 1985: 9).
Alrededor de 1912 aparecieron simultáneamente tres propuestas que asumieron
la noción de retícula como espacio cerrado y abstracto: Wassily Kandinsky (en Munich),
Piet Mondrian (en París) y Kasimir Malevich (en Moscú).
De ellos, Malevich llegó muy pronto al límite de la pintura y al rechazo del sentido
narrativo con su Cuadrado negro sobre
fondo blanco, de 1915 y el Cuadrado blanco sobre fondo blanco, de
1918. En uno de sus
primeros textos sobre la pintura Cuadrado negro, aclaró que no había
posibilidad alguna de que: "la dulce sonrisa
de la psique emerja de mi cuadrado negro" –y añadió que eso, el cuadrado negro– "nunca puede
usarse como una cama (colchón) para hacer el amor" (Groys, 1992). Según el pensador alemán, Boris Groys, Malevich odiaba los rituales monótonos de hacer el
amor tanto como las monótonas colecciones de los museos. A partir de este
comentario que nos ubica en un orden paradójico, se puede plantear que tanto
esta obra de Malevich, que se convirtió luego en un paradigma del arte moderno
abstracto, como la figura del museo, funcionan como una cuadrícula organizativa.
La retícula como estructura disciplinaria
del pensamiento moderno, orientada especialmente a formar y consolidar una
cultura punitiva sobre el cuerpo, es reconocida por Michel Foucault como
“cuadrícula disciplinaria”, porque tiene
la función de oponerse a las pulsiones como posibles amenazas, sobre todo si se
trata del cuerpo del otro: del extraño y del extranjero, en resumen, de
aquellos sujetos que no se afilian a la norma de la productividad de la modernidad
capitalista, con sus rasgos sexistas, clasistas y racistas. La cuadrícula representa
una forma de control orientada a la disciplina, que más allá de velar por
normalizar la conducta, se convierte en estructura de conocimiento:
La disciplina normaliza (…) desde
luego, analiza, descompone a los individuos, los lugares, los tiempos, los
gestos, los actos, las operaciones. Los descompone en elementos que son
suficientes para percibirlos, por un lado, y modificarlos, por otro. Esto, esa famosa cuadricula disciplinaria,
intenta establecer los elementos mínimos de percepción y suficientes de
modificación. En segundo lugar, la disciplina clasifica los elementos así
identificados en función de objetivos determinados (…) ¿Cuales son los obreros
más aptos para tal tarea? (…) La normalización disciplinaria consiste en plantear ante todo un modelo, un
modelo óptimo que se construye en función
de determinado resultado, y la operación de normalización disciplinaria
pasa por intentar que la gente, los gestos y los actos se ajusten a ese modelo;
lo normal es, precisamente, lo que es capaz de adecuarse a esa norma, y lo
anormal, lo que es incapaz de hacerlo (Foucault, [2004] 2008: 75)[xi].
Es posible observar que
todavía se encuentra vigente esta perspectiva en nuestras sociedades cuando se imponen
racionalidades productivistas, como la figura del homo economicus que se privilegia para quienes dirigen instancias
del orden de lo público (ya sea que el poder lo ejerzan hombres o mujeres): “las
disciplinas limitan porque son limitadas: están regidas por una dinámica
logocéntrica que no es capaz de articular otras racionalidades” (González
Stephan, 1996: 39).
Se puede señalar que la
retícula es una de las metáforas más poderosas de la modernidad eurocéntrica y
desde el arte, se puede advertir su poder más allá del muro expositivo.
3) La retícula
en arquitectura
El trazado rectilíneo data
de la cultura asiria y egipcia. Pero se considera que el padre de la retícula
fue el griego Hipódamo de Mileto, quien en el siglo V AC, fue el primero en
trazar un plan urbanístico de calles rectilíneas y simétricas. Para entonces se
pensaba que este modelo representaba la “racionalidad de la vida civilizada”.
Posteriormente la retícula romana sirvió para diseñar el urbanismo en Occidente.
Al parecer, en su origen este tipo de trazados establecían un centro
espiritual. Pero este sentido casi cósmico tiene otra finalidad en la era
moderna. Según el sociólogo Richard Sennett: “En la época moderna la retícula
parece haber sido un plan establecido para neutralizar al medio ambiente”
(Sennett, 1990: 282) y en las ciudades estadounidenses se observa incluso en la
tendencia a evitar un lugar como centro de la ciudad, visible en el plano de la ciudad de Chicago.
La retícula representa un universo cerrado, medible, cuantificable y
neutro. Lo vemos con mayor visibilidad en el estilo funcionalista de la
arquitectura moderna que homogeneiza los espacios y afecta la sociabilidad
entre los sujetos. En el siglo XIX esta forma se desplazó a un sistema
constructivo vertical. Surgieron los rascacielos con su sentido de neutralidad
que impuso una economía espacial. Pero desde principios del siglo XX comenzaron
a emerger preocupaciones sobre las sucesiones verticales de plantas exactamente
iguales, por cuanto destruían: «el sentimiento de vecindad, la ayuda mutua, las
relaciones de parroquia y los intereses comunes que son el fundamento del
orgullo y del deber cívico» (Sennett, 1990: 287). El espacio reticular ha
afectado las acciones de sociabilidad y el sentimiento de colectividad que
implicaba tradicionalmente la civilidad o convivencia urbana. El espacio impone
en la subjetividad una conducta de aislamiento que termina exacerbando el
individualismo y la soledad. Es así como Sennett coincide con Foucault en
entender la cuadrícula como forma disciplinaria orientada a controlar el flujo
de los cuerpos:
En Estados Unidos, la
aplicación de la cuadrícula constituye el primer signo de una forma moderna de
represión muy característica que consiste en negar el valor de los demás y la
peculiaridad de cada lugar mediante la construcción de la neutralidad (Sennett,
1990: 298).
Se puede plantear que el fracaso
de la retícula como forma emblemática del proyecto moderno se ha ido
percibiendo durante el transcurso del siglo XX y en lo que llevamos del siglo
XXI, en diferentes situaciones y escenarios. De manera particular creo que el
cuestionamiento a la retícula como modelo constructivo que se infiere en el
comentario de Antoine Compagnon, resulta muy gráfico y esclarecedor:
Según Peter Blake, el fin
del modernismo puede fecharse con toda precisión el 15 de julio de 1972 a las tres y media de
la tarde (más o menos), cuando varios edificios de habitación de un barrio de
Saint-Louis, Missouri, construidos en la década del 50, tuvieron que ser
dinamitados porque se habían vuelto inhabitables. Este destino, del cual se salvaron por my
poco ciertas «ciudades radiantes» de Le Corbusier, ilustra a la perfección la
decadencia del mito moderno, con sus metáforas de la máquina y de la fábrica”
(Compagnon, 1993: 103).
El fracaso del modelo
constructivo sostenido sobre la retícula como espacio serializado, tiene muchos
ejemplos. Entre éstos se puede mencionar la demolición del retén de Catia, en
Caracas, en 1997, a
poco más de treinta años de construido como centro de reclusión transitorio.
Para el “buen
comer” del arte hoy en día
Si el arte moderno se
sostuvo sobre el modelo cuadricular para construir un espacio cerrado,
autónomo, válido en si mismo, tautológico, reticular como modelo disciplinario
que impuso la mirada formalista todavía imperante hoy en día –en la noción de “cuadro” como objeto
contemplativo y de “cubo blanco” como lugar expositivo–,
volvemos a la pregunta inicial realizada por la artista Argelia Bravo ¿Con qué
se come se come el arte hoy en día? Con la mirada crítica de la reticulofagia y
la transitabilidad de las trochas, que como rutas alternas, permiten de manera
crítica, eludir la cuadratura de los sistemas de control, de los
autoritarismos, de los prejuicios, de los convencionalismos y del formalismo.
Todavía en estos tiempos se
observa la vigencia del sistema reticular en todos los órdenes del campo del
arte, como en la autoridad del curador que no asume la labor cómplice con los
creadores, y en la institucionalidad en general que no se arriesga a enfrentar
el reconocimiento de la diferencia o de la diversidad, y sobre todo en el
formalismo imperante como moneda de cambio que, en el mercado interpretativo y
de valor comercial, en Venezuela, favorece la despolitización de las formas cuando
se sigue privilegiando la supuesta “autenticidad” del llamado “arte popular” o
la supuesta “universalidad” de la herencia del cinetismo. Esta postura es
visible en las políticas públicas relativas a las artes visuales –estatales y privadas–
con la organización de bienales o eventos que favorecen el sentido evolutivo de
la noción de estilo. Porque seguimos viviendo bajo el imperio de un
pensamiento reticular que niega la corporalidad y la diferencia, la
reticulofagia como estrategia crítica pensada desde las prácticas artísticas
puede contribuir a analizar el canon con el cual se han forjado los imaginarios
culturales sobre cómo se comprende y se vive el espacio público y cómo se
continúan configurando alteridades.
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de Cooperación con la UNESCIO,
Centro UNESCO de Cataluña.
[i] El título de este
texto fue elaborado por artista venezolana Argelia Bravo, para identificar una
actividad de cierre de su exposición Aula
7. Escuela de cuadros y pepas del Comando María Moñitos, presentada en el Museo de Arte Contemporáneo entre mayo y
agosto de 2012. Utilizo el mismo título debido a que en esa ocasión fui
invitada a dar una charla sobre este enunciado, de la cual se originó este
texto.
[ii] El Comando María Moñitos es un
colectivo liderado por Bravo en el cual participan hombres y mujeres con
diferentes perspectivas culturales, aunque con un claro sentido no
androcéntrico. Previamente a esta exposición, el colectivo participó en varios
videos de comunicados y de testimonios de muchas mujeres en una actividad
que combina la gastronomía con la historia política local. La artista recurrió
al “enmascaramiento” del rostro con el uso de pasamontañas, para relacionar
positivamente la idea de la “guerrilla” con la recuperación de los saberes
alimentarios originarios.
[iii] La alusión a la postura heredada del
movimiento antropofágico brasileño, es ineludible.
[iv] La cuadrícula se
puede definir como disposición en cuadros continuos o un conjunto de cuadrados
que resultan de la
intersección perpendicular de dos series de rectas paralelas. Según el Diccionario Visual de Matemáticas, la
cuadricula es un: “Conjunto de líneas horizontales y verticales uniformemente
espaciadas. Se utilizan cuadrículas para ayudar a dibujar gráficas o localizar
puntos en una gráfica”. Cfr.:
[v] Alberto Durero conocía el plano de Tenochtitlan, porque fue
publicado en Nuremberg en 1524, conjuntamente con la traducción de las cartas
de Hernán Cortés al latín, tres años antes de que terminara su proyecto
urbanístico, el Tratado de
fortificaciones (1527), donde reflexionaba sobre la “ciudad ideal”. Erwin
Walter Palm al respecto, comenta: “Sería, pues, una hipótesis muy seductora
pensar que el plano de Tenochtitlan haya sugerido a la fantasía entusiasta del
maestro alemán aquella imagen de la ciudad cuadrada con su centro dominante” (Palm,
1951: 66). Santiago Sebastián López, José Mesa Figueroa y Teresa Gisbert de
Mesa también refieren que la publicación de este plano influyó en el arquitecto
Heinrich Schickhardt, quien proyectó una ciudad regular en la selva Negra,
llamada Freudenstadt, a fines del siglo XVI (López, Figueroa y Gisbert, 1986).
[vi] Para Argelia Bravo, las trochas
representan “esas rutas “retorcidas” transitadas por las chicas “trans”. Frente
a la cartografía impuesta por los modelos urbanos privilegiados por los
procesos de modernización, que supuestamente organizan, clasifican, regulan,
jerarquizan y controlan los flujos sociales para favorecer la transitabilidad y
convivencia de la “ciudadanía” (los sujetos que se ajustan a la normatividad),
el tránsito por las “trochas” revela la existencia de una ciudadanía paralela
que habita la ciudad desde los márgenes, la hace suya desde otros lugares y con
otras perspectivas. Además de la supervivencia física, las “trochas”
representarían el deseo de reforzar la idea de lo “travestido” como una
realidad «otra»” (Hernández, 2009: 2).
[vii] Mis inserciones aparecen destacadas
con cursivas dentro de los fragmentos escogidos del Manifiesto antropófago.
[viii] El Manifiesto
Antropófago de Oswald de Andrade fue
publicado originalmente en la revista Piratininga, Año 374 da Deglutição do Bispo
Sardinha. Revista de Antropofagia, Año 1, No. 1, São Paulo,
mayo de 1928. Se encuentra reproducido y traducido al castellano en: Biblioteca Ayacucho, 1978: 143-150.
[ix] Este sentido era el
que ese encontraba en los rituales de los indios Tupinambáes, pues cuando ellos
mataban al prisionero y luego se lo devoraban, debían cambiarse el nombre y
dejar marcas en su cuerpo de esta asimilación, las cuales tenían un carácter de
prestigio. “La existencia del otro –que no era no uno sino muchos y diversos-
se inscribía así de manera indeleble en la memoria del cuerpo” (Suely. 2009).
[x] El texto en el idioma original es
el siguiente: “Movendo-nos nesta dimensão, buscamos apresentar uma
«reabilitação do primitivo» no sentido filosófico oswaldiano, como um
direcionamento desconstrutor do ordenamento clássico de cunho evolutivo, que
propunha a direção da seta histórica partindo do primitivo para culminar no
civilizado”
[xi] Las cursivas son mías.
Así como el mejor antídoto contra el antropomorfismo no puede ser otro que la antropofagia, lo mismo ocurre con el deseo de dar la espalda a la naturaleza propio del abstraccionismo geométrico como moda. La represión de lo natural asume la cuadrícula-retícula como fórmula y receta. Me recuerda a Hegel y su comentario según el cual la naturaleza o lo natural no es bello y sólo lo son las "bellas artes" reticulares. Nada, reticulofagia contra la dictadura geometrizante y antropofagia contra la pretensión del hombre de tiranizar la naturaleza.
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